Muchas veces  alguien puede dejar algún documento dentro de las obras. Ya sea por falta de documentación o perdida de las mismas, estos objetos se transforman en gratas sorpresas en algunas intervenciones. Puede que aparezcan en una primera evaluación visual o después de un análisis más exhaustivo, incluida radiografía.
Tenemos algunos ejemplos interesantes.

Cristo de la Misericordia de la parroquia de San José Obrero de San Juan de Aznalfarache
Se encontró una firma del escultor Francisco Buiza Fernmandez, con un escueto «Fco Buiza 1971»

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Cristo del Miserere, de la iglesia de Santa Águeda de Sotillo de la Ribera
El paño de pureza estaba suelto y descubrieron que la parte trasera de esta talla de madera del siglo XVIII, había una «cápsula del tiempo» escondida allí hace más de dos siglos. Eran dos pergaminos de piel de bovino escritos a mano por las dos caras por el capellán del Burgo de Osma, Joaquín Mínguez, y fechados en 1777, con información detallada de aquel momento histórico.

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Ecce Homo de La Roldana  de la catedral de Cádiz en 1984
 Alojado en su interior se halló un documento fechado en 1684 en el que la escultora certificaba ser su «insigne autora» y daba cuenta de que le ayudó su marido, el también escultor Luis Antonio de los Arcos. En el reverso del documento, hoy expuesto en el Museo Catedralicio, se observan unos esbozos de rostros realizados a lápiz por la Roldana, lo que indica que reutilizó un papel para la firma.
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 Cristo de la Vera Cruz de Las Cabezas de San Juan.

Un documento encontrado durante su restauración confirmaba que «reinando en las Españas Don Felipe quarto (…) se acabó esta hechura de Christo en ocho de marzo de mil seiscientos y veinte quatro por el maestro don Juan de Mesa»
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Cristo de la Buena Muerte de los Estudiantes
También de Juan de Mesa

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 Cristo de las Penas de la Hermandad de la Estrella

Gestos más comunes en los siglos XVII y XVIII

«A partir de finales del siglo XVI, cuando la consideración del artista va creciendo, éstos empiezan a firmar y a hacer este tipo de gestos», explica Manuel Arias, subdirector del Museo Nacional de Escultura de Valladolid. Desde entonces, se pueden encontrar testimonios en las peanas o en el propio interior de las tallas de madera, que eran piezas ensambladas y con huecos internos para garantizar la perdurabilidad de la figura, que no se agrietara con el tiempo. El lugar elegido para esconder los documentos en el dorso de las figuras no era siempre el mismo
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